En defensa del matrimonio: Cardenal Alberto Suárez Inda



Ante las lamentables iniciativas y los cambios legales promovidos por nuestras autoridades civiles a nivel federal y estatal a favor del matrimonio llamado igualitario, motivados en un supuesto propósito de luchar contra la discriminación, me permito, como ciudadano con sentido de responsabilidad social,  disentir de esa postura.

Se me ocurre argumentar “al revés” por simple lógica afirmando que EL RESPETO A LAS DIFERENCIAS ES EL PRINCIPIO DE UNA CONVIVENCIA CIVILIZADA.  No es lo mismo un matrimonio que se establece entre un hombre y una mujer con posibilidad de procrear hijos, que la unión o pacto de convivencia entre dos personas del mismo sexo. No se trata de negar la dignidad ni los derechos de persona alguna, solamente hay que llamar por su nombre a dos realidades diversas.

Otro principio básico universalmente reconocido es que EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ. Tanto los niños como las niñas tienen derecho a tener un Papá y una Mamá. Si se atenta contra este derecho se pone en riesgo la armonía de la familia que es el fundamento de la paz social.

Reproduzco dos párrafos del  reciente documento del Papa Francisco sobre “El amor en la familia”.

“Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio sea algo que favorezca a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos… Debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad, pero las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad” (A.L. n. 52)

“En varios países la legislación facilita el avance de una multiplicidad de alternativas, de manera que un matrimonio con notas de exclusividad, indisolubilidad y apertura a la vida termina apareciendo como una oferta anticuada entre muchas otras. Avanza en muchos países una deconstrucción de la familia que tiende a adoptar formas basadas casi exclusivamente en el paradigma de la autonomía de la voluntad. Si bien es legítimo y justo que se rechacen viejas formas de familia “tradicional”, caracterizadas por el autoritarismo e incluso por la violencia, no debería llevar al desprecio del matrimonio sino al redescubrimiento de su verdadero sentido y a su renovación”. (Ib. n. 53)

Reitero mi respeto y consideración a todas las personas sin distinción de origen, creencia religiosa, filiación política o identidad sexual. Mi única intención es defender al matrimonio, la vida y la familia como base de la sociedad. Una ley buena y justa siempre ha de tener como fundamento e intención fortalecer la armonía y la paz en el respeto a las diferencias y a los derechos de las personas.
3:37:00 p.m.

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