La adicción al sexo



Por el Padre Miguel Angel Fuentes, IVE

El drama de las adicciones es una de las realidades más apremiantes de nuestro tiempo. El término adicción se incorpora al lenguaje cotidiano y a la literatura especializada, en relación
con el problema del abuso de sustancias tóxicas, alucinógenas y otras. En ese contexto, la Organización Mundial de la Salud describe la adicción como el “estado de intoxicación crónica
y periódica, originada por el consumo repetido de una droga, natural o sintética, que se caracteriza por: una compulsión a continuar consumiendo por cualquier medio; una tendencia al aumento de la dosis; una dependencia psíquica y generalmente física de los efectos; y consecuencias perjudiciales para el individuo y la sociedad”.

Por su parte, la American Psychiatric Association (Asociación de psiquiatras estadounidenses) en-
tiende el concepto como “dependencia a una sustancia”, siempre y cuando se verifiquen por lo menos tres de los siguientes factores: tolerancia (necesidad de consumir cada vez más para producir el efecto deseado, o efectos menores con el uso continuo de la misma cantidad, o la necesidad de consumir para evitar los síntomas de abstinencia), síndrome de abstinencia (conjunto de síntomas físicos y psicológicos que se siguen de la supresión de la droga), consumo de grandes cantidades o
durante períodos más largos de los pretendidos inicialmente,existencia de un deseo persistente o de esfuerzos inútiles por reducir o controlar el uso de la sustancia, empleo exacerbado del tiempo en actividades relacionadas con la obtención de la sustancia, abandono o reducción de actividades importantes de carácter social, ocupacional o recreativo derivadas del uso de la sustancia, consumo continuado de la sustancia a pesar de conocer la existencia de un problema persistente o recurrente
(ya sea de índole física o psicológica).

Son adicciones todas las dependencias o relaciones obsesivas con algún tipo de comportamiento u objeto. En este sentido, puede hablarse, con propiedad, de adicción al juego y a lasapuestas (ludopatía), al alcohol, a las compras, a la navegación por Internet, al uso de teléfonos celulares, a los juegos electrónicos, a modos patológicos de alimentación, etc., y también a comportamientos sexualmente desordenados, que es el tema de estas páginas.

Escribe el Dr. Richard Fitzgibbons: “A pesar de que la específica categoría de diagnóstico de adicción sexual todavía no ha sido aceptada en el campo de la salud mental, existen programas en varios lugares del país [Estados Unidos] para el tratamiento de las adicciones sexuales, e incluso ya hay una publicación periódica sobre este tema. Estas adicciones se asemejan a los desórdenes causados por el abuso de sustancias enel  hecho de que los individuos caen en conductas compulsivas
que son clínicamente peligrosas. También está presente [en estos fenómenos] una poderosa negación respecto del serio peligro que estas conductas implican para la propia salud y para la salud ajena”

En todas estas realidades se verifican (de modo análogo) las características mencionadas más arriba: realización repetida y compulsiva de un comportamiento, tendencia a aumentar la intensidad, el tiempo o el número de actos, necesidad de cantidades cada vez mayores de actos (o actos más intensos) para poder mantener el nivel de excitación, cambio en los demás ámbitos de la vida que comienzan a ser sacrificados por causa de la conducta adictiva, exigencia de tiempos cada vez
más largos para dedicarse a esta actividad, deterioro de la personalidad, etc. Tal vez las dos características más notables de una adicción sean: el carácter obsesivo-compulsivo de una determinada conducta y su efecto autodestructivo. La adicción es, por tanto, una psicopatología presente en algunas neurosis y psicosis.

Todas las adicciones merecen atención y preocupación por parte de la sociedad, de la medicina y de la Iglesia (o, si se quiere, de las religiones en general. Vamos a restringirnos a las adicciones que tienen como objeto la sexualidad desordenada o el amor mal comprendido, por ser algunas de las que más rápidamente se están extendiendo en nuestro tiempo. Resulta preocupante la observación hecha en 1999 por el Director Ejecutivo de Exodus International North America: “Todas las investigaciones que he leído, muestran la misma realidad: un gran número de cristianos —incluso líderes— están luchando con diversas formas de adicción sexual”.

El título que he elegido para esta obra (“La trampa rota”) hace relación a dos convicciones que me han llevado a escribirla. La primera, es que la adicción es una verdadera trampa en la que vive atrapado un sinnúmero de personas esclavizadas por sus dependencias sexuales. La adicción sexual es una de las esclavitudes más extendidas de nuestro tiempo, y muchos hombres y mujeres (por malicia o por ignorancia) trabajan para hipotecar su propio futuro y el de sus semejantes: los que manejan las grandes industrias de la pornografía y de la confusión de los sentimientos (inclusive por televisión, novelas, escritos,etc.), quienes se prestan para la pornografía o para la prostitución, los que promueven conceptos sexuales antinaturales arropándolos en el mágico disfraz de una psicología de discutible perfil, etc. Mi segunda convicción es que esta trampa puede romperse. No es fácil, pero es posible. Al menos Dios puede hacerlo. De hecho el título de esta obra está inspirada en las palabras del Salmo 123, que dice:

Nuestra alma como un pájaro escapó
del lazo de los cazadores.
La trampa se rompió
y nosotros escapamos.
Bendito sea Dios que no nos hizo
presa de sus dientes.

Dos advertencias importantes

La primera. En esta obra hablaré de perturbaciones de la afectividad y de la sexualidad. Para la adecuada comprensión del problema, presupongo una visión acertada del auténtico sentido de la sexualidad, la genitalidad y la afectividad.

La segunda. Este libro ha sido escrito a partir de dos fuentes: la literatura especializada en el tema, que he estudiado en los últimos años, y mi experiencia pastoral, forjada escuchando numerosas personas con problemas como los que aquí exami- no. La mayoría se han contactado conmigo a través de Internet (un número considerable, de las casi quince mil consultas que he respondido en los últimos diez años, han tenido que ver con este argumento); a muchos otros los he encontrado en el confesionario, en las misiones, dando conferencias, o en consultas
espirituales personales. Se trata de varones y mujeres, casados y solteros, consagrados, ancianos, jóvenes, adultos ya maduros, y también adolescentes (algunos casi niños). Bastantes deestos casos (relacionados con pornografía, prostitución, masturbación compulsiva, homosexualidad, etc.), reunían suficientes elementos como para suponer, no ya un vicio, sino una posible adicción. Lamentablemente, a muchos de ellos no pude derivarlos a ningún profesional de confianza, sea porque en los lugares donde vivían, ni ellos ni yo, conocíamos a ninguno, o bien porque me consultaban después de haber sufrido malas experiencias con algunos terapeutas (lo que no debe extrañarnos, si consideramos los principios éticos que se estudian en las carreras universitarias de psicología y psiquiatría).

Por otro lado, también varios sacerdotes me han planteado el problemade la escasez de terapeutas que posean una correcta visión antropológica, y que acepten las enseñanzas morales católicas (o al menos cristianas) sobre temas sexuales. Ofrezco, pues, estas páginas tanto a profesionales cuanto a sacerdotes. De ahí que,en algunos lugares, me dirijo o al sacerdote o al profesional de la salud, pero otros pasajes valen para cualquiera de ellos, porque, aún deseando que el campo espiritual y el psicológico siempre se mantengan distinguidos, considero que, llegado el
caso, el sacerdote que no cuente con un profesional de su confianza, debe ser capaz de dar un consejo correcto —aunque respetuoso y limitado— en el campo de la sana psicología (que, por otra parte, él debe estudiar en su formación sacerdotal), y, por su parte, el psicólogo o psiquiatra que no tiene a mano un sacerdote a quien enviar a sus pacientes (problema también frecuente), debe saber sugerir los pasos que elevan el alma a Dios (Aquél sin quien es imposible recuperar completamente la salud mental o salir de una adicción) esperando el momento en que le sea posible derivar esas almas sufrientes hasta un buen ministro de Dios.
2:26:00 a.m.

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