Hacia un pansexualismo


Parece que el delito de corrupción de menores (al menos en sus connotaciones sexuales), tendrá que ser derogado, en razón del documento elaborado por la Oficina Regional para Europa de la OMS y el Centro Federal de Educación para la Salud de Alemania (BZgA) titulado «Estándares de Educación Sexual para Europa. Marco para las personas encargadas de formar políticas educativas, responsables y especialistas de salud» (ver documento completo).


De acuerdo al mismo, «La sexualidad es un aspecto central del ser humano durante toda su vida y comprende sexo, genero, identidades y roles, orientación sexual, erotismo, placer, intimidad y reproducción. La sexualidad se experimenta y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, comportamientos, prácticas, roles y relaciones. Mientras que la sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no todas se expresan o experimentan. La sexualidad está influenciada por la interacción de los factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, étnicos, legales, históricos, religiosos y espirituales» (p. 23).


Es así como desde 0 a 4 años, los niños/as deben aprender a gozar tocando su propio cuerpo; de 4 a 6, deben poder hacer lo mismo con sus amigos/as; entre 6 y 9, deben poder defender sus «derechos sexuales de los niños y niñas» (a lo que luego se llama «ciudadanía íntima» –p. 27–); de 9 a 15, aprender sobre las enfermedades de transmisión sexual y a odiar una «maternidad imprevista» (considerada como otra enfermedad), lo que incluye la anticoncepción y el aborto a libre elección, sabiendo dónde practicarlo en caso necesario, sin conocimiento de sus padres; y también que su peor enemigo para el goce desenfrenado es la religión cristiana; desde los 15, deben dar rienda suelta a sus impulsos sexuales, incluso a cambio de ciertas contraprestaciones, si lo desean (dinero, diversión, regalos, etc.).


De este modo, se quiere imponer con la ayuda del Estado –y con prescindencia de los padres–, un modelo de vida que reduce a nuestros niños y jóvenes a la condición de animales, en que absolutamente todo se justifica y tiene su razón de ser en el sexo. En suma, arribar a un completo pansexualismo.


Ahora bien, ¿se imagina alguien qué pasaría si de verdad todo en la vida, tanto de los individuos como de las sociedades, se guiara por el sexo? Habría que cambiarlo todo, como quieren los nuevos sacerdotes de la ideología de género, dejando así obsoletas las nociones de padre, madre, matrimonio, familia, discernimiento sexual, y un largo etcétera.


Pero además, ¿por qué tanto interés en corromper así a las nuevas generaciones? ¿Quién sale ganando con este pansexualismo?


Ya es hora que por fin nos demos cuenta quién es quién en esta verdadera guerra cultural.


Parece que el delito de corrupción de menores (al menos en sus connotaciones sexuales), tendrá que ser derogado, en razón del documento elaborado por la Oficina Regional para Europa de la OMS y el Centro Federal de Educación para la Salud de Alemania (BZgA) titulado «Estándares de Educación Sexual para Europa. Marco para las personas encargadas de formar políticas educativas, responsables y especialistas de salud» (ver documento completo).


De acuerdo al mismo, «La sexualidad es un aspecto central del ser humano durante toda su vida y comprende sexo, genero, identidades y roles, orientación sexual, erotismo, placer, intimidad y reproducción. La sexualidad se experimenta y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, comportamientos, prácticas, roles y relaciones. Mientras que la sexualidad puede incluir todas estas dimensiones, no todas se expresan o experimentan. La sexualidad está influenciada por la interacción de los factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, étnicos, legales, históricos, religiosos y espirituales» (p. 23).


Es así como desde 0 a 4 años, los niños/as deben aprender a gozar tocando su propio cuerpo; de 4 a 6, deben poder hacer lo mismo con sus amigos/as; entre 6 y 9, deben poder defender sus «derechos sexuales de los niños y niñas» (a lo que luego se llama «ciudadanía íntima» –p. 27–); de 9 a 15, aprender sobre las enfermedades de transmisión sexual y a odiar una «maternidad imprevista» (considerada como otra enfermedad), lo que incluye la anticoncepción y el aborto a libre elección, sabiendo dónde practicarlo en caso necesario, sin conocimiento de sus padres; y también que su peor enemigo para el goce desenfrenado es la religión cristiana; desde los 15, deben dar rienda suelta a sus impulsos sexuales, incluso a cambio de ciertas contraprestaciones, si lo desean (dinero, diversión, regalos, etc.).


De este modo, se quiere imponer con la ayuda del Estado –y con prescindencia de los padres–, un modelo de vida que reduce a nuestros niños y jóvenes a la condición de animales, en que absolutamente todo se justifica y tiene su razón de ser en el sexo. En suma, arribar a un completo pansexualismo.


Ahora bien, ¿se imagina alguien qué pasaría si de verdad todo en la vida, tanto de los individuos como de las sociedades, se guiara por el sexo? Habría que cambiarlo todo, como quieren los nuevos sacerdotes de la ideología de género, dejando así obsoletas las nociones de padre, madre, matrimonio, familia, discernimiento sexual, y un largo etcétera.


Pero además, ¿por qué tanto interés en corromper así a las nuevas generaciones? ¿Quién sale ganando con este pansexualismo?


Ya es hora que por fin nos demos cuenta quién es quién en esta verdadera guerra cultural.


Max Silva Abbott


Publicado originalmente en Viva Chile



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