La Sagrada Escritura y la oración: Lo que nos dice Dios sobre la oración



Hablar de la oración es un tema por demás extenso y más cuando hacemos referencia a la Palabra de Dios, a las Sagradas Escrituras o, como la conocemos todos, la Biblia. Escenas donde se encuentran a personajes del Antiguo Testamento en oración, o pasajes que son auténticas oraciones, o a Nuestro Señor Jesucristo orando y enseñando a orar.

Este artículo es un pequeñísimo trabajo de investigación donde en los libros del Eclesiástico, Salmos, Proverbios y los Evangelios, podemos encontrar las referencias a las palabras oración, oraciones, a las conjugaciones del verbo orar y de donde entresacamos algunas citas que sabemos que iluminarán el corazón y la mente de quien las lea en el sentido de comprender y vivir la oración a Dios.

Eclesiástico 7, 10

No seas impaciente en tu oración
y no seas avaro en tus limosnas;

Eclesiástico 7, 14

no te metas en la deliberación de los que gobiernan
ni multipliques las palabras de tu oración.

Eclesiástico 22, 27

Oración por el dominio propio

¡Quién pusiera un centinela en mi boca
y una cerradura de prudencia en mis labios
para no caer por su causa, para que no me pierda la lengua!

Eclesiástico 39, 6

Si el Señor lo quiere,
él se llenará de espíritu de inteligencia;
Dios le hará derramar sabias palabras,
y él confesará al Señor en su oración;

Proverbios 15, 8

El Señor aborrece el sacrificio del malvado,
la oración de los rectos alcanza su favor.

Proverbios 15, 29

El Señor está lejos de los malvados
y escucha la oración de los honrados.

Proverbios 28, 9

Si uno aparta sus oídos de la ley,
también su oración será aborrecida.

Salmos 4, 2

Cuando te llamo, respóndeme Dios, defensor mío;
tú que en la estrechez me diste anchura,
ten piedad de mí, oye mi oración.

Salmos 6, 9-10

¡Apártense de mí, malhechores,
que el Señor ha escuchado mis sollozos,
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha acogido mi oración!

Salmos 35, 11-13

Comparecían testigos falsos,
me interrogaban de cosas que ni sabía,
me pagaban mal por bien
dejándome desamparado.
Yo en cambio, cuando estaban enfermos,
me vestía sayal,
me afligía con ayunos
y, en mi interior, repetía mi oración.

Salmos 54, 4-5

¡Oh Dios, escucha mi oración,
atiende a mis palabras!

Porque unos arrogantes se levantan contra mí,
unos violentos me persiguen a muerte,
sin tener presente a Dios.

Salmos 65, 3-4

A ti, que escuchas la oración,
ha de presentar todo mortal
sus acciones pecaminosas.

Salmos 69, 14

Pero yo, Señor, a ti dirijo mi oración,
en el momento propicio;
por tu gran amor, respóndeme, oh Dios,
con tu fidelidad salvadora.

Salmos 80, 5

Señor Dios Todopoderoso,
¿hasta cuándo te envolverás en humo
pese a la oración de tu pueblo?

Salmos 88, 2-3

Señor, Dios salvador mío,
día y noche clamo a ti.
Llegue hasta ti mi oración,
inclina el oído a mi clamor.

Salmos 102, 2

Señor, escucha mi oración,
y mi clamor llegue a ti.

Salmos 102, 17-18

cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca en su gloria,
se vuelva a las súplicas de los indefensos
y no desdeñe su oración.

Salmos 141, 2

Sea mi oración como incienso en tu presencia,
mis manos levantadas,
como ofrenda vespertina.

Salmos 141, 5

Que el justo me golpee y el leal me reprenda,
mi cabeza no brillará con ungüento exquisito,
pues continuaré orando en sus desgracias.

Salmos 143, 1

Señor, escucha mi oración:
oh Dios, atiende a mi súplica,
por tu fidelidad y justicia, respóndeme.

San Mateo 5, 44

Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores.

San Mateo 6, 5-7

Cuando ustedes oren no hagan como los hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga.
Cuando tú vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre a escondidas. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
Cuando ustedes recen no sean charlatanes como los paganos, que piensan que por mucho hablar serán escuchados. 8 No los imiten, pues el Padre de ustedes sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan.

San Mateo 14, 23

Después de despedirla, subió él solo a la montaña a orar.

San Mateo 17, 18-21

Jesús reprendió al demonio, y éste abandonó al muchacho que desde aquel momento quedó sano.
Entonces los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron aparte:
-¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?
Él les contestó:
-Porque ustedes tienen poca fe. Les aseguro que, si tuvieran la fe del tamaño de una semilla de mostaza, dirían a aquel monte que se trasladara allá, y se trasladaría. Y nada sería imposible para ustedes. [[Pero esta clase sólo se expulsa con oración y ayuno.]]

San Mateo 19, 13

13 Entonces le llevaron unos niños para que pusiera las manos sobre ellos y pronunciara una oración.

San Mateo 21, 12-13

Jesús entró en el templo y echó fuera a los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas.

Les dijo:
-Está escrito que mi casa será casa de oración, mientras que ustedes la han convertido en cueva de asaltantes.

San Mateo 23, 14

[[¡Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que devoran los bienes de las viudas, mientras hacen largas oraciones para que los tengan por justos! ¡La sentencia para ustedes será más severa!]]

San Mateo 26, 36

Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:

-Siéntense aquí mientras yo voy allá a orar.

San Mateo 26, 40-42

-¿Será posible que no han sido capaces de estar despiertos una hora conmigo? Estén atentos y oren para no caer en la tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
Por segunda vez se alejó a orar:
-Padre, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.

San Mateo 26, 43-44

Volvió de nuevo y los encontró dormidos, porque tenían mucho sueño.
Los dejó y se apartó por tercera vez repitiendo la misma oración.

San Marcos 1, 35

Muy de madrugada se levantó, salió y se dirigió a un lugar despoblado, donde estuvo orando.

San Marcos 12, 38-40

Y él, instruyéndolos, dijo:
-Cuídense de los letrados. Les gusta pasear con largas túnicas, que los saluden por la calle, buscan los primeros asientos en las sinagogas y los mejores puestos en los banquetes.
Con pretexto de largas oraciones, devoran los bienes de las viudas. Ellos recibirán una sentencia más severa.

San Lucas 5, 5-13

En tiempo de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías; su mujer era descendiente de Aarón y se llamaba Isabel. Los dos eran rectos a los ojos de Dios y vivían irreprochablemente de acuerdo con los mandatos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos eran de edad avanzada.

Una vez que, con los de su grupo, oficiaba ante Dios, según el ritual sacerdotal, le tocó entrar en el santuario para ofrecer incienso. Mientras todo el pueblo quedaba fuera orando durante la ofrenda del incienso, se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se asustó y quedó desconcertado.
El ángel le dijo:
-No temas, Zacarías, que tu petición ha sido escuchada, y tu mujer Isabel te dará un hijo, a quien llamarás Juan.

San Lucas 2, 36-38

Estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad avanzada, casada en su juventud había vivido con su marido siete años, desde entonces había permanecido viuda y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo noche y día con oraciones y ayunos. Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos esperaban la liberación de Jerusalén.

San Lucas 3, 21-22

Todo el pueblo se bautizaba y también Jesús se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma y se oyó una voz del cielo:
-Tú eres mi hijo querido, mi predilecto.

San Lucas 5, 15-16

Su fama se difundía, de suerte que una gran multitud acudía a escucharlo y a sanarse de sus enfermedades. Pero él se retiraba a lugares solitarios a orar.

San Lucas 5, 33-35

Ellos le dijeron:
-Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos; en cambio los tuyos comen y beben.
Jesús les contestó:
-¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que el novio les será quitado, y aquel día ayunarán.

San Lucas 6, 12-16

Por aquel tiempo subió a una montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a los discípulos, eligió entre ellos a doce y los llamó apóstoles: Simón, a quien llamó Pedro; Andrés, su hermano; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; 15 Mateo y Tomás; Santiago hijo de Alfeo y Simón el rebelde; Judas hijo de Santiago y Judas Iscariote, el traidor.

San Lucas 9, 18

Estando él una vez orando a solas, se le acercaron los discípulos y él los interrogó:
-¿Quién dice la multitud que soy yo?

San Lucas 9, 28-29

Ocho días después de estos discursos, tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió a una montaña a orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y su ropa resplandecía de blancura.

San Lucas 11, 1-4

Una vez estaba en un lugar orando. Cuando terminó, uno de los discípulos le pidió:
-Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos.
Jesús les contestó:
-Cuando oren, digan:
Padre,
santificado sea tu nombre,
venga tu reino;
el pan nuestro de cada día
danos hoy;
perdona nuestros pecados
como también
nosotros perdonamos
a todos los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación.

San Lucas 18, 1-8

Para inculcarles que hace falta orar siempre sin cansarse, les contó una parábola:
-Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en la misma ciudad una viuda que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi rival.
Por un tiempo se negó, pero más tarde se dijo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, 5 como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, así no seguirá molestándome.
El Señor añadió:
-Fíjense en lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche? ¿Los hará esperar?
Les digo que inmediatemante les hará justicia.
Sólo que, cuando llegue el Hijo del Hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?

San Lucas 18, 9-14

Por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, les contó esta parábola:
-Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, el otro recaudador de impuestos.
El fariseo, de pie, oraba así en voz baja:
-Oh Dios, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres, ladrones, injustos, adúlteros, o como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces por semana y doy la décima parte de cuanto poseo.
El recaudador de impuestos, de pie y a distancia, ni siquiera alzaba los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
-Oh Dios, ten piedad de este pecador.
Les digo que éste volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se alaba será humillado y quien se humilla será alabado.

San Lucas 21, 34-35

Presten atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente, porque caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. 36 Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder escapar de cuanto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del Hombre.

San Lucas 22, 39-46

Salió y se dirigió según costumbre al monte de los Olivos y le siguieron los discípulos. Al llegar al lugar, les dijo:
-Oren para no caer en la tentación.
Se apartó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, se arrodilló y oraba:
-Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
[[Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas. Y, en medio de la angustia, oraba más intensamente. Le corría el sudor como gotas de sangre cayendo al suelo.]] Se levantó de la oración, se acercó a sus discípulos y los encontró dormidos de tristeza; y les dijo:
-¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no sucumbir en la tentación.

San Juan 17, 1-26

Así habló Jesús. Después, levantando la vista al cielo, dijo:
-Padre, ha llegado la hora: da gloria a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria;
ya que le has dado autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a cuantos le has confiado.
En esto consiste la vida eterna: en conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús el Mesías.
Yo te he dado gloria en la tierra cumpliendo la tarea que me encargaste hacer.
Ahora tú, Padre, dame gloria junto a ti, la gloria que tenía junto a ti, antes de que hubiera mundo.
He manifestado tu nombre a los hombres que separaste del mundo para confiármelos: eran tuyos y me los confiaste y han cumplido tus palabras.
Ahora comprenden que todo lo que me confiaste procede de ti.
Las palabras que tú me comunicaste yo se las comuniqué; ellos las recibieron y comprendieron realmente que vine de tu parte, y han creído que tú me enviaste.

Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has confiado, pues son tuyos.
Todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío: en ellos se revela mi gloria.
Ya no estoy en el mundo, mientras que ellos están en el mundo; yo voy hacia ti, Padre Santo, cuida en tu nombre, a los que me diste, para que sean uno como nosotros.

Mientras estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste; los custodié, y no se perdió ninguno de ellos; excepto el destinado a la perdición, para cumplimiento de la Escritura.
Ahora voy hacia ti; y les digo esto mientras estoy en el mundo para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió, porque no son del mundo, igual que yo no soy del mundo.

No pido que los saques del mundo, sino que los libres del Maligno.
No son del mundo, igual que yo no soy del mundo.
Conságralos con la verdad: tu palabra es verdad.
Como tú me enviaste al mundo, yo los envié al mundo.
Por ellos me consagro, para que queden consagrados con la verdad.

No sólo ruego por ellos, sino también por los que han de creer en mí por medio de sus palabras.
Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
Yo les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros.
Yo en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí.
Padre, quiero que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy; para que contemplen mi gloria; la que me diste, porque me amaste antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo te he conocido y éstos han conocido que tú me enviaste.
Les di a conocer tu nombre y se lo daré a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo en ellos.
11:40:00 p.m.

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